Hablar del año 2020 es hablar de un año que nos sorprendió a todos y no de buena manera. Ciertamente, el 2019 ya había sido un año especial para Chile, que terminó con un estallido social, una verdadera revolución cultural, y en gran medida la culminación de un movimiento feminista reivindicativo, que cambió la forma de relacionarnos, al punto de exigir un nuevo pacto social. Digo esto, sabiendo que hubo otros actores relevantes, pero a mi juicio, esta es una revolución cultural feminista. Sin el posicionamiento que han logrado las mujeres, lo que vivimos sería muy distinto. Prueba de ello es la paridad de género en la elección de constituyentes.
Todos(as) esperábamos en consecuencia que el 2020 fuese un año de un fuerte movimiento social. Pero vino la pandemia del COVID-19 y cambió no solo a nuestro país, sino también al mundo. Se cerraron los tribunales en marzo, los colegios y las universidades, las fronteras, y nos vimos enfrentados a largas cuarentenas de confinamiento en nuestros hogares.
Al principio pensábamos que solo sería por un corto periodo, pero el encierro se prolongó por largos meses, manteniéndose en algunas regiones hasta hoy. La creencia de los primeros tiempos, se desvaneció con estupor al ver como la pandemia empeoraba y con ello como la muerte se hacía cada vez más presente en nuestras vidas. Pasó de ser una enfermedad extraña que veíamos en la realidad asiática o europea, a la enfermedad de amigos y familiares, muchos de los cuales no sobrevivieron. Parece que, como decíamos en el 2019, lo único constante es el cambio y la capacidad de adaptación de los seres humanos.
La pandemia nos obligó a una nueva forma de trabajo, el teletrabajo. Tuvimos que adaptar nuestros hogares, ya sea en la cocina, living o cualquier lugar que pudiera ser utilizado como improvisadas oficinas.
Tuvimos que compatibilizar la vida familiar con la vida laboral, lo que no ha sido fácil, ya que nuestras hijas e hijos ven a su madre o padre, pero es difícil de entender para ellos que, si bien estábamos presentes, en realidad no lo estábamos.
Para empeorar la situación, los tribunales de familia debieron enfrentar complejas situaciones que se desencadenaron a raíz de la pandemia, entre estas, el recrudecimiento de la violencia intrafamiliar y de las vulneraciones de derechos de NNA ante el escenario de confinamiento que viven las familias; los retiros del 10% de las AFP; y el endurecimiento de las posiciones de las partes al escudarse en la virtualidad, siendo más difícil llegar a soluciones colaborativas.
En definitiva, nuevas fuentes de estrés y de deterioro de nuestra salud mental, sumadas a la extensión que sufrieron los horarios laborales, ya que varios(as) debimos aprovechar la noche, cuando descansan nuestros hijos, como un nuevo horario laboral.
El Poder Judicial debió responder con prisa a los nuevos requerimientos. Las audiencias vía zoom se convirtieron en la nueva forma de realización de los juicios. Estas se enlentecieron y con ello el atraso de las causas, que, según el Departamento de Desarrollo Institucional, hoy alcanza a lo menos a 18 meses.
En este contexto, la labor gremial se volcó hacia el resguardo de las condiciones de trabajo de nuestras asociadas y asociados. Realizamos asambleas en todas las cortes del país, para conocer de forma directa cuál era la situación que vivían nuestros socios y socias, palpando el profundo impacto que ha generado la pandemia, no solo en el trabajo, sino en la vida personal de cada uno.
Con estos valiosos insumos, en conjunto con las demás asociaciones gremiales, llegamos a acuerdo en los protocolos COVID, con la Corte Suprema, a través de la ministra, Gloria Ana Chevesich, el Departamento de Recursos Humanos y el de Desarrollo Institucional, quedando asentado que mientras durara el estado de excepción, la forma habitual de trabajo sería el teletrabajo, y se les darían las facilidades a los Consejos Técnicos para retirar de los tribunales los materiales computacionales y de oficina para poder realizar las funciones asignadas por ley de la mejor forma posible. Esto también nos llevó a solicitar y lograr que a todos los consejeros(as) se les otorgara un teléfono celular, para realizar las llamadas a las partes, resguardando así su privacidad.
En algún momento, temimos por la llegada de los 50 nuevos cargos de consejeros(as) a los tribunales bicéfalos. Recordemos que en el 2020 solo se designaron 17 cargos, pero gracias al trabajo gremial y el apoyo de la CAPJ, a través de su director, se pudo iniciar sin demoras la integración de las y los nuevos colegas.
Por desgracia no ocurrió lo mismo con el proyecto de los consejeros(as) técnicos(as) en Tribunales de Garantía, que debió ser postergado para el término del estado de emergencia sanitaria. Por último y no menos importante, se realizó la sistematización de la política de efectivización de derechos de la Infancia, la que fue aprobada por el pleno de la Corte el presente año.
Un año son quinientos veinticinco mil seiscientos minutos, ¿cómo decir todo lo que pasó?, ¿cómo mides un año?, en amaneceres, en puestas de sol, en medianoches, en tazas de café, en risas, en luchas, en las personas que partieron. ¿Qué tal a través del amor? En los momentos de amor vividos en el año 2020, en la solidaridad desplegada en los momentos de crisis, en el esfuerzo adicional de todos los consejeros y consejeras por realizar su trabajo a pesar de las difíciles condiciones generadas por la pandemia. Quisiera quedarme con eso, no con el dolor, porque si, como dijo el maestro Maturana, el amor es reconocer al otro como legítimo otro en la convivencia, en los tiempos que vivimos, constituyente y de emergencia sanitaria, la única salida que nos queda es aceptarnos más, amarnos como sociedad y como país, por eso les dejamos el link de una canción, que es un profundo llamado a disfrutar y no olvidar lo esencial, en los momentos difíciles que nos ha tocado vivir.
Nelson Achurra Muñoz
Presidente Asociación Nacional de Consejeras y Consejeros Técnicos del Poder Judicial de Chile